Mark 6

Jesús rechazado en Nazaret

1Saliendo de allí, vino a su tierra, y sus discípulos lo acompañaron. 2Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la numerosa concurrencia que lo escuchaba estaba llena de admiración, y decía: “¿De dónde le viene esto? ¿Y qué es esta sabiduría que le ha sido dada? ¿Y estos grandes milagros obrados por sus manos? 3¿No es Este el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no están aquí entre nosotros?” Y se escandalizaban de Él
3. Véase Mt. 13, 54 ss.; Lc. 4, 16 ss.; Jn. 6, 42. No es sorprendente que tengan a Jesús por artesano, pues durante su vida oculta, hasta los treinta años, ayudaba a José en las tareas de carpintero, santificando así el trabajo manual. Respecto a los “hermanos” de Jesús véase 3, 32; Mt. 12, 46 y nota.
.
4Mas Jesús les dijo: “No hay profeta sin honor sino en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. 5Y no pudo hacer allí ningún milagro; solamente puso las manos sobre unos pocos enfermos, y los sanó. 6Y se quedó asombrado de la falta de fe de ellos. Y recorrió las aldeas a la redonda, enseñando.

Misión de los Apóstoles

7Entonces, llamando a los doce, comenzó a enviarlos, de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos, 8y les ordenó que no llevasen nada para el camino, sino solo un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto
8 s. Véase Mt. 10, 5 ss.; Lc. 9, 1 ss.; 10, 1 ss. Jesús quiere que sus ministros tengan plena confianza en la providencia del Padre Celestial (Mt. 6, 25 ss.) y se desprendan de todo lo que no sea absolutamente necesario. Les basta con la eficacia infalible de la palabra evangélica y la gracia que la acompaña. Véase 2 Tm. 2, 4.
,
9sino que fuesen calzados de sandalias, y no se pusieran dos túnicas. 10Y les dijo: “Dondequiera que entréis en una casa, quedaos allí hasta el momento de salir del lugar. 11Y si en algún lugar no quieren recibiros y no se os escucha, salid de allí y sacudid el polvo de la planta de vuestros pies para testimonio a ellos”. 12Partieron, pues, y predicaron el arrepentimiento. 13Expulsaban también a muchos demonios, y ungían con óleo a muchos enfermos y los sanaban
13. El óleo se usaba en primer lugar para reanimar las fuerzas físicas del enfermo. También hoy se lo emplea en la Santa Unción, que no es, como suele creerse, solo para los moribundos, sino como explica Santiago, un sacramento para confortar a los enfermos graves, incluso devolviéndoles la salud, y para perdonar pecados si los hubiere (St. 5, 14).
.

Muerte del Bautista

14El rey Herodes oyó hablar (de Jesús), porque su nombre se había hecho célebre y dijo: “Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por eso las virtudes obran en Él”
14 ss. Véase Mt. 14, 1 ss.; Lc. 3, 19 s.; 9, 7 ss.
.
15Otros decían: “Es Elías” otros: “Es un profeta, tal como uno de los (antiguos) profetas”. 16No obstante esos rumores, Herodes decía: “Aquel Juan, a quien hice decapitar, ha resucitado”
16. Era la mala conciencia lo que atormentaba a Herodes; por eso veía en Jesucristo al Bautista, a quien había matado. “No hay pena comparable a una conciencia cargada de crímenes, porque cuando el hombre sufre exteriormente, se refugia en Dios; pero una conciencia desarreglada, no encuentra a Dios dentro de sí misma; entonces, ¿dónde puede hallar consuelos? ¿dónde buscar el reposo y la paz?” (S. Gregorio).
.
17Herodes, en efecto, había mandado arrestar a Juan, y lo había encadenado en la cárcel, a causa de Herodías, la mujer de Filipo, su hermano, pues la había tomado por su mujer. 18Porque Juan decía a Herodes: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”
18. Véase Lv. 18, 16.
.
19Herodías le guardaba rencor, y quería hacerlo morir, y no podía. 20Porque Herodes tenía respeto por Juan, sabiendo que era un varón justo y santo, y lo amparaba: al oírlo se quedaba muy perplejo y sin embargo lo escuchaba con gusto. 21Llegó, empero, una ocasión favorable, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un festín a sus grandes, a los oficiales, y a los personajes de Galilea. 22Entró (en esta ocasión) la hija de Herodías y se congració por sus danzas con Herodes y los convidados. Dijo, entonces, el rey a la muchacha. “Pídeme lo que quieras, yo te lo daré”. 23Y le juró: “Todo lo que me pidas, te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino”. 24Ella salió y preguntó a su madre: “¿Qué he de pedir?” Esta dijo: “La cabeza de Juan el Bautista”. 25Y entrando luego a prisa ante el rey, le hizo su petición: “Quiero que al instante me des sobre un plato la cabeza de Juan el Bautista”. 26Se afligió mucho el rey; pero en atención a su juramento y a los convidados, no quiso rechazarla
26. ¿Qué valía un juramento hecho contra Dios? fue el respeto humano, raíz de tantos males, lo que determinó a Herodes a condescender con el capricho de una mujer desalmada. No teme a Dios, pero teme el juicio de algunos convidados ebrios como él. Cf. Mt. 14, 9 y nota.
.
27Acto continuo envió, pues, el rey un verdugo, ordenándole traer la cabeza de Juan. 28Este fue, lo decapitó en la prisión, y trajo sobre un plato la cabeza que entregó a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre. 29Sus discípulos luego que lo supieron, vinieron a llevarse el cuerpo y lo pusieron en un sepulcro.

Primera multiplicación de los panes

30Nuevamente reunidos con Jesús, le refirieron los apóstoles todo cuanto habían hecho y enseñado. 31Entonces les dijo: “Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, para que descanséis un poco”. Porque muchos eran los que venían e iban, y ellos no tenían siquiera tiempo para comer. 32Partieron, pues, en una barca, hacia un lugar desierto y apartado. 33Pero (las gentes) los vieron cuando se iban, y muchos los conocieron; y, acudieron allí, a pie, de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos
33 ss. Véase Mt. 14, 13-21; Lc. 9, 10-17; Jn. 6, 2-15.
.
34Al desembarcar, vio una gran muchedumbre, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

35Siendo ya la hora muy avanzada, sus discípulos se acercaron a Él, y le dijeron: “Este lugar es desierto, y ya es muy tarde. 36Despídelos, para que se vayan a las granjas y aldeas del contorno a comprarse qué comer”. 37Mas Él les respondió y dijo: “Dadles de comer vosotros”. Le replicaron: “¿Acaso habremos de comprar pan por doscientos denarios, a fin de darles de comer? 38Les preguntó: “¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Habiéndose cerciorado, le dijeron: “Cinco panes y dos peces”. 39Y les ordenó hacerlos acampar a todos, por grupos, sobre la hierba verde. 40Se sentaron, pues, en cuadros, de a ciento y de a cincuenta. 41Entonces, tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, bendijo los panes, los partió y los dio a los discípulos, para que ellos los sirviesen. Y repartió también los dos peces entre todos. 42Comieron todos hasta saciarse. 43Y recogieron doce canastos llenos de los trozos y de los peces. 44Los que habían comido los panes, eran cinco mil varones
44. Esta primera multiplicación de los panes tuvo lugar probablemente al E. del lago (Jn. 6, 1 y 17); según Otros, al N. O., en el lugar donde se ha descubierto una antiquísima Basílica erigida en recuerdo del milagro.
.

Jesús camina sobre las olas

45Inmediatamente obligó a sus discípulos a reembarcarse y a adelantársele hacia la otra orilla, en dirección a Betsaida, mientras Él despedía a la gente
45 ss. Véase Mt. 14, 22-32; Jn. 6, 15-21.
.
46Habiéndola, en efecto despedido, se fue al monte a orar. 47Cuando llegó la noche, la barca estaba en medio del mar, y Él solo en tierra. 48Y viendo que ellos hacían esfuerzos penosos por avanzar, porque el viento les era contrario, vino hacia ellos, cerca de la cuarta vela de la noche, andando sobre el mar, y parecía querer pasarlos de largo. 49Pero ellos, al verlo andando sobre el mar, creyeron que era un fantasma y gritaron; 50porque todos lo vieron y se sobresaltaron. Mas Él, al instante, les habló y les dijo: “¡Ánimo! soy Yo. No tengáis miedo”. 51Subió entonces con ellos a la barca, y se calmó el viento. Y la extrañeza de ellos llegó a su colmo. 52Es que no habían comprendido lo de los panes, porque sus corazones estaban endurecidos.

53Terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret, y atracaron. 54Apenas salieron de la barca, lo conocieron, 55y recorrieron toda esa región; y empezaron a transportar en camillas los enfermos a los lugares donde oían que Él estaba. 56Y en todas partes adonde entraba: aldeas, ciudades, granjas, colocaban a los enfermos en las plazas, y le suplicaban que los dejasen tocar aunque no fuese más que la franja de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban sanos.
Copyright information for SpaPlatense